RESUMEN DEL LIBRO:
Miriam Alejandra Bianchi, "Gilda", nació el 11 de Octubre de 1961 en Buenos Aires. Sus padres, Omar Bianchi e Isabel "Tita" Scioli, querían ponerle Gilda a su primera hija, por una película, donde trabajaban Rita Hayworth y Glen Ford. No pudieron porque, en ese entonces, la autoridad tenía una lista de nombres permitidos y sólo el silencio y la negativa para los otros.
Miriam vivía junto a su familia, en la calle Baigorria, Devoto. En una calle de familias de clase media con sus problemas y esperanzas. Una calle sin pretensiones. Tenía cuatro años cuando nació su hermano Omar, el que completó el grupo familiar compuesto por el matrimonio, la hija mayor y la abuela, Carmen.
Cuando Miriam se convirtió en Gilda, dijo una vez que Omar era más que un hermano. "Es parte de mi corazón" dijo.
Su infancia:
A los cuatro o cinco años se acercó al piano de su madre Tita y trató, a pesar que sus dedos no alcanzaban las teclas de marfil, tocar una canción. Desde aquel día Miriam nunca dejó de cantar, y jugar a ser una estrella. Modelo, a veces; actriz, otras;cantante, siempre.
Cursó casi toda la primaria en el Instituto "Nuestra Señora del Buen Socorro", ubicado en Villa Luro. La disciplina era muy fuerte.
Cuando fue mayor se casó con Raúl, cantó alguna noche, después que su hija Mariela se quedara dormida. Raúl la escuchaba con una mezcla de orgullo y miedo. Contento por vivir con ella. Apenado por el convencimiento que la iba a perder, pero no podía cortarle las alas. Y sin darse cuenta, Raúl hizo todo lo posible por perderla.
Gilda recién a los 27 años abrazó la carrera de cantante. "No quiero irme con las manos vacías al final de mi vida", dijo un año antes de su muerte, como si presintiera.
"Tuve- recordaba Gilda cuando los periodistas le preguntaban por su infancia- una crianza cerrada y estricta". Por eso era tímida. Sólo frente al público aprendió a soltarse. En muchos sentidos su carrera es un mensaje.
"Yo me disfrazaba con viejos trajes de mamá y de mi abuela- recordaba Gilda-. Me gustaba jugar a que era artista, y hacía funciones en mi casa. Mi papá me hizo una vez un micrófono de madera, y yo cantaba tomándolo con las manos como si fuera uno de verdad.
De igual modo, la pusieron a estudiar danza, en un taller que quedaba a tres cuadras y media de su casa, cuando cumplió ocho años. A los 13 años, ya medía un metro setenta.
Desde hacia tres años, la salud de su padre se deterioraba. El buen corazón de Bianchi quería irse a descansar. Mucho tiempo después, Gilda escribió un tema que es más que un poema dedicado al amor perdido o un reproche a un hombre desamorado. Algo de la pena por su padre debe haberse infiltrado en esos versos.
"Marcó su huella y echó a andar,
dejando lágrimas de amor
en su mirar
Ay, corazón herido"
Todavía, en esos años, se sentaba al piano, pero había aprendido, sola, a tocar la guitarra.
El primer cambio:
Entre 1969 y 1970 la familia decide mudarse a Villa Lugano. La mudanza no fue gratuita, puesto que se trataba de un cambio de trabajo de su padre. Gil comenzó a asistir a clases en la Escuela Mixta Municipal "República de la India". De aquella época datan sus primeros versos.
Con algunas vecinitas formó un grupo que preparaban pequeñas obras de teatro. "Hacíamos la adaptación de los cuentos que leíamos, de alguna película, de una comedia. Nos divertíamos mucho, en especial con Anita María y Andrea, que vivían en la misma cuadra". A Gilda siempre se le iluminaban los ojos cuando hablaba de la pequeña Gil.
Durante siete años, que duró la enfermedad de su padre, la familia tuvo que reducir los gastos. Todavía no llegaban a la "pobreza extrema" que conocieron posteriormente, una vez consumado el deceso del jefe del hogar.
Miriam Bianchi pasó a ser alumna del Instituto "Sagrada Familia", donde cursaba la secundaria. Llegaron los 15 y los 16 años. Y fue en esa época en que Omar, su padre, entregó su alma a Dios.
Cosas de mujer:
"La verdad es que mamá me daba unas palizas bárbaras- decía entre risas, ya famosa en el mundillo de la bailanta, cuando los periodistas insistían en que desnudara para ellos su vida entera-. Pero a la distancia- agregaba- y ahora que tengo dos hijos, la entiendo: no es nada sencillo ser madre y padre a la vez". Esto lo dijo a los 32 años, cuando ya su matrimonio se había disuelto.
"No creo haber sido mala hija- recuerda Gilda esos años- era que me gustaba salir con mis amigas, ir a bailar, conocer chicos, y mamá no me dejaba. Como no me dejaba yo me escapaba, porque los jóvenes siempre son rebeldes".
Gilda terminó el secundario y logró que la aceptaran en el Instituto Eccleston, pese a ser tan joven, para estudiar la carrera de maestra jardinera. También, inició el profesorado de Educación Física. Era una maestra ejemplar, se encargaba de las salitas de tres y cuatro años. Le encantaban los niños.
Todas las penas, hasta las más grandes, quedan atrás. "Las penas son como las heridas-dijo una vez Gilda- si no te matan podés seguir haciendo lo tuyo".
Acercándose a los 18 años conoció al primer hombre importante de su vida: Raúl Cagnin, empresario, fabricante de escobas. Eran tan diferentes uno del otro, que el amor fue inevitable, como la triste separación.
Cuando acabaron su historia, Gilda y Raúl tenían dos hijos. Constituían una pareja perfecta, decían algunos. Pero las apariencias engañan. Cuando ella se fue con Toti Giménez, llevaban mucho tiempo sin compartir ni la cama ni el desayuno. El amor se había agotado.
Gilda tuvo a los 24 años a Mariela, hija de Cagnin. Se habían casado porque estaba embarazada y Tita, madre de Miriam, se lo ordenó.
"Gil necesitaba el amor, todo el amor. Y si su marido no se lo podía dar, lo buscó en otra parte. Sin amor, ella no podía vivir", dijo Edith, prima de Gilda.
Después del parto de Fabricio, Miriam había quedado con algunos kilos de más. Éstos no afectaron su "look", al contrario. Pero eso, sumado a todos sus problemas, hizo que se enferme. Padeció lo que, para ese entonces y ahora, hace estragos en las mujeres jóvenes: Anorexia.
En 1990 en el Oeste de Buenos Aires, el Club "Versalles" tenía un bien ganado y antiguo prestigio como lugar tranquilo, familiar y elegante. Allí debutó un día, en un desfile, Miriam Bianchi. Lo hizo para hacerle un favor a una amiga, que tenía un negocio de modas, por una parte, y por sacarse las ganas que habían quedado pendientes desde el "no" rotundo de mamá Tita cuando la invitaron, hacia años, a la Asociación Argentina de Modelos.
No se asombró al encontrarse cantando en un recital improvisado. Allí conoció a Toti Giménez, quien se acercó y dijo: "Vos podrías cantar como profesional". Para entonces, había contado que trabajaba con Ricky Maravilla.
Aunque, después de la muerte de Gilda, Toti dijo que la conoció por un aviso de una convocatoria para voz femenina, donde asistió. "Me enamore de ella apenas la ví", aseguró.
Fue un flechazo mutuo que los estremeció hasta el fondo, en el alma y en el cuerpo. Un flechazo que los mantuvo unidos desde esa vez y hasta que la muerte los separó.
Ella, en realidad, nunca se separó de Cagnin.
Poco después de conocer a Toti, Gilda comenzó a cantar profesionalmente. Y él iba con ella a todas partes.
Su carrera:
Gilda ya era Gilda con todas las de la ley en el mundo del espectáculo. Trabajaba casi sin respiro entre la noche del Viernes y la madrugada del Lunes. Durante la semana ensayos, visitas a los diarios o revistas, a las radios.
Alguien grabó un espectáculo que realizó en un club de barrio y- dicen- lo envió al colegio donde ella trabajaba. Tuvo que renunciar.
En 1990 Gilda recibió un cheque por 1.000 dólares por conceptos de derechos de autora. Vendió la letra de su tema "Total" a Flavia Palmiero, para un programa infantil "La Ola Verde". Toti la había recomendado. También hizo el doblaje de la voz de una de las cantantes del grupo Las Primas.
Con uno o dos casetes recorrió sellos grabadores, radios, canales y productoras de televisión.
En 1992, Toti formó el grupo Crema Americana. El grupo fue útil para que Gilda se sacudiera el aire de maestra jardinera y entonara con más audacia. Fue un año difícil, pero rico.
En 1993 José "el Cholo" Olaya, un productor musical, vió y escuchó cantar a Gilda en un local llamado "La Casona", en el centro de Buenos Aires. Se interesó en ella, habló con Toti y un par de semanas después se vieron. Ese año y con el sello Magenta, grabó "De corazón a corazón". El disco significó la disolución de Crema Americana. Aunque comenzó a escucharse mucho, cayó bien y la gente vió en Gilda algo diferente, el disco no funcionó por falta de calidad.
Su primer éxito discográfico fue en 1994 "Gilda, La Única", también producido por el Cholo Olaya.
"Yo a ésto lo vivo como un sueño, y va a durar lo que dure- dijo cuando comenzaba a comprender lo que la prensa denominaba "las mieles del éxito"- Total- agregó- no me voy a morir sin saber de que se trata". No se detuvo jamás a pensar en la envidia. Su himno de juventud había sido Rasguña las piedras.
En 1995 grabó su tercer disco titulado "Pasito a Pasito". Fue un éxito que la proyectó definitivamente. Y en 1996, el año trágico, publicó su cuarto álbum: "Corazón Valiente".
El último minuto:
El 7 de Septiembre de 1996, al filo de las siete de la tarde, un camión de carga embistió al micro donde viajaban Gilda, su familia y su banda. Los muertos además del conductor del micro- según el recuento policial- fueron: Isabel Scioli de Bianchi, Miriam Alejandra Bianchi, Mariela Alejandra Cagnin de 10 años (el acta no las identificó como madre, hija y nieta, respectivamente), Raúl Otero Larrosa, Gustavo H. Babibi y Enrique Tolosa. Las ambulancias subieron a las siguientes personas: Fabricio Cagnin de ocho años, Juan Carlos Giménez "Toti", Daniel de la Cruz, Ricardo Fuentes, Guillermo Ahimo, Manuel Vázquez Durán, Osvaldo Villalba y Luis Mores. Todos ellos, menos Fabricio, de profesión músicos.
Con heridas menos graves y leves, fueron rescatados Marcelo Manrique Edwin, José Márquez, Mario Riquelme y Rubén Politimo.
Renato Santana, el chofer del camión y responsable del hecho- que la policía, los tribunales de justicia y los testigos atribuyeron a una maniobra imprudente- resultó con una pierna fracturada y contusiones varias. La versión oficial señala que Santana-brasileño, empleado de la firma Transflor- intentó pasar a otro camión antes de llegar a la curva en la Ruta 12, a la altura del kilómetro 129. La maniobra insumió más tiempo del esperado, por lo que se estrelló de frente con el vehículo en el que se registraron las víctimas, que circulaba a una velocidad normal. El paraje donde sucedió se llama Villa Paranacito.
Gilda creía, y así lo decía: "Cuando se tiene que dar, hay que dar". Tuvo mucho para dar, y nunca se negó a hacerlo. En cada show, para ser claros, "entregó el alma".
Quería ser la abanderada de la "movida tropical" para dignificarla.
Antes de morir, Gilda gozaba de una fama ciertamente incómoda. Había gente que le atribuía poderes especiales para sanar, pero siempre negó.
Luego del accidente, cuando Toti estaba hospitalizado, recordó que el casete con lo último de Gilda se encontraba en el ómnibus. Así fue como Reynaldo Lio, su representante, viajó al lugar del hecho, y milagrosamente encontró la cinta tirada en la banquina. Gracias al gran equipo de músicos y colaboradores, la tecnología y la computación lograron grabar "Entre el cielo y la tierra". Que contiene cinco temas cantados por Gilda, los cuales fueron grabados en una tarde de ensayo en su casa, entre mate y mate.
Todos los 7 de Septiembre, recordando el día en que se accidentó en la Ruta 12, en el cementerio de la Chacarita (Entre Rios), se reúnen más de 20.000 personas para rendirle homenaje a la última "santa pagana" argentina.
Lunes, 8 de junio de 2009
Publicado y resumido por Emilce Smith Verón Chayep
Gilda
LA VIDA DE UN ÁNGEL 1ra Parte
AUTOR: NILS GHERARDI
Edición de la revista SEMANARIO
El día en que la conoci, Miriam estaba muerta. Y no era Miriam: era Gilda. ¿Parece extraño, verdad? Miriam muerta y Gilda viva. Es que Gilda, en más de un sentido, nunca murió.
El 7 de setiembre de 1996, a la altura del kilómetro 129 de la ruta 12, en la provincia de Entre Ríos, un micro y un camión chocaron de frente.
En el accidente, Gilda, la cantante bailantera del momento, moría junto a su madre y su pequeña hija. Pero, lejos de desaparecer en la niebla del olvido, ella se convirtió en "Santa Gilda".
para muchos, un ejemplo de vida. Y para tantos otros, en una nueva santa con altar propio y poderes sobrenaturales, que se aparece en los momentos más dificiles, y es capaz hasta de curar enfermedades.
Nils Gherardi narra, en esta primera entrega, la vida de este ángel laico, la verdadera historia del nacimiento de un mito: la infancia de Miriam Alejandra Bianchi, sus tardes de siesta en Villa Devoto, la siempre dificil relación con su madre -para quien era simplemente "Gil"-, sus años como maestra de jardinera, el amor, los hijos, los primeros y tímidos pasos en el ambiente musical, la separación y el comienzo del Éxito, así, con mayúsculo, cuando fue, finalmente, Gilda a secas.