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Gilda

En este artículo procuro mostrar cómo algunas personas que se identifican a sí mismas como fans de Gilda, a través de diversas prácticas, colaboran en el proceso de consagración de la fallecida cantante. Durante dos años de trabajo de campo en la tumba de Gilda, al mismo tiempo que escuchaba relatos sobre pedidos atendidos y observaba cómo las promesas.

La popular cantante perdió la vida trágicamente en Entre Ríos un 7 de setiembre de 1996 en el mejor momento de su carrera profesional.

Introducción


En este artículo procuro mostrar cómo algunas personas que se identifican a sí mismas como fans de Gilda, a través de diversas prácticas, colaboran en el proceso de consagración de la fallecida cantante. Durante dos años de trabajo de campo en la tumba de Gilda, al mismo tiempo que escuchaba relatos sobre pedidos atendidos y observaba cómo las promesas eran cumplidas en forma de exvotos, una parte importante de los nativos se negaba explícitamente a considerar sus prácticas como relativas a la “religión”. Estas personas era, al mismo tiempo, los visitantes más asiduos del cementerio, aquellos que han establecido un lazo más duradero y fiel con la cantante, quienes cuidan de su tumba y se consideran los guardianes de su memoria: los miembros de los fan’s clubs. Sin embargo, estos fans tienden a actuar de modos demasiado diferentes a lo que la bibliografía establece para la categoría. En muchos casos, se comportan de modo similar a lo que la literatura sobre religiosidad popular describe como devotos, solicitando favores a cambio de exvotos o sacrificios, relatando milagros (Martín 2007). A pesar de que el caso particular de Gilda podría llevarnos fácilmente a deslizamientos de este tipo, veremos que fan y devoto no son sinónimos intercambiables: las diferencias entre ambos términos deben ser consideradas, pues para los nativos representan categorías utilizadas en contextos y tiempos diferentes. Para los nativos, no todo aquel que hace milagros es un santo, ni tampoco los milagros tienen existencia restricta al ámbito de la religión.


Paralelamente, un nudo teórico previo me previno de imponer la categoría de religión a las prácticas nativas: la propia definición de religión es, como afirma Asad (1993:29), el producto histórico de un proceso discursivo.1 


Pese a la negativa a considerarla parte del ámbito de la religión, sí, hay un reconocimiento de que Gilda es partícipe de una textura diferencial del mundo-habitado, al que denominaremos sagrado. Participación ésta, que no es continua, sino que es activada en tiempos y espacios específicos. Propongo, así, analizar la relación que los fans establecen con Gilda en términos de prácticas de sacralización: los diversos modos de relacionarse con ella que la inscriben en dicha textura diferencial del mundo-habitado. Estas prácticas no redundan, sin embargo, en una definición única del stauts de la cantante ni se reducen la relación que los nativos establecen con ella al par “santo/devoto”. Propongo, entonces, que es posible hablar de prácticas de sacralización por fuera de la relación devocional y a partir de recursos ajenos al abanico “religioso”, sin que
ello implique cualquier demérito –en el sentido de ser versiones falsas, menores o incompletas de algo  “puramente religioso”.


Hablar de prácticas de sacralización nos permite, entonces, evitar las concepciones dualistas de sagrado  (entendido como opuesto y radicalmente diferente a lo profano) y, al mismo tiempo, elude el innatismo apriorístico de las definiciones clásicas. Nos posibilita, en cambio, entender lo que acontece en torno de Gilda en términos de lo que Latour (2002) denomina fetiche2: “esses seres deslocados, que nos permitem viver, isto é, passar continuamente da construçao à autonomia sem jamais acreditar em uma ou em outra. Graças aos
fetiches, construçao e verdade [así como construcción y realidad] permanecem sinônimos.”
(:55).

 

A partir de la propuesta de Latour, no perdemos de vista la cuestión de la agencia humana ni de la posible transitoriedad del status de “sagrado” (cualquiera que sea el contenido específico que adquiera), reconociéndoseles tanto el origen humano como su autonomía.

 

 

 


De Miriam a Gilda

 

Gilda nació, en el seno de un hogar de clase media de la ciudad de Buenos Aires, el 11 de Octubre 1961 con el nombre de Miriam Alejandra Bianchi.3 Las dificultades económicas acaecidas a raíz de la enfermedad y 
posteriormente la muerte del padre hicieron que Gilda, su hermano y su madre se mudaran, durante los años de su adolescencia, de un tradicional barrio de clase media a un complejo habitacional en las afueras de la ciudad de Buenos Aires. Gilda fue maestra jardinera y se casó, a los 18 años, con un pequeño comerciante, con quien tuvo dos hijos. En 1990, respondiendo a un anuncio en el diario, decidió comenzar a trabajar como cantante en un género improbable para una mujer de clase media: la cumbia y adoptó el nombre artístico de Gilda para lanzarse como solista.


Es posible fechar el nacimiento de la cumbia en La Costa colombiana, en la segunda mitad del siglo XIX: combinando influencias africanas, indígenas y, en menor medida, hispánicas, pasó de ser el principal estilo folclórico de la región a uno de los símbolos nacionales de Colombia. La cumbia que se instala en Argentina a mediados de los 60, ya había pasado, en su país de origen, por algunas modificaciones derivadas, principalmente, de su entrada en el circuito comercial. El género, que en Argentina tiene variaciones regionales y estilísticas, alcanzó su auge entre finales de la década del 80 y mediados de la del 90. Aunque esto no significa que la cumbia fuera adoptada de la misma manera por los distintos sectores sociales. Paralelamente, el discurso hegemónico evidenciado a través de los medios de comunicación masivos, a partir de los años 80, establece
una categoría dominante que la homogeniza y estigmatiza con el término “bailanta”. Bailanta define, para una lectura casi exclusivamente no nativa, no sólo un conjunto de géneros musicales, sino a los espacios donde esa música es ejecutada y bailada. Adjetiva, a su vez, a la estética, a los productos mediáticos (programas de tv, revistas, emisoras de radio) y a las personas que adhieren a ella, como grotesca, humorística, picaresca, vulgar y grosera. De este modo, la cumbia ha sido considerada, a partir de la mirada dominante, como de algo de
baja calidad: es música de “grasas”, de “negros”.

 


Entre 1992 y 1995, Gilda grabó cuatro álbumes4 y, a pesar de haber convertido algunas canciones en éxitos que trascendían el ambiente de la cumbia (algunas fueron apropiada por hinchadas de fútbol en sus cantos de aliento y otras eran bailadas en las discotecas de clase media), su nombre no era citado dentro del grupo de las cantantes más reconocidas del momento. El 7 de septiembre de 1996, Gilda muere en un accidente automovilístico, a exactos 129 kilómetros de Buenos Aires, cuando viajaba para un show en la provincia de
Entre Ríos. Con ella, pierden la vida otras seis personas, entre las cuales estaban su madre y su hija. El entierro en el cementerio de Chacarita fue acompañado por una multitud inesperada para los medios y para los propios parientes, muchos de los cuales ignoraban por completo que Miriam fuera algo más que una mujer que cantaba en restaurantes para mantener a sus hijos.5


En los años que siguieron a su muerte, la presencia de Gilda creció en visibilidad en el espacio público: decenas de notas periodísticas, tanto en revistas populares cuanto en diarios de amplia circulación, libros, programas especiales en canales de aire, tres documentales, un proyecto, truncado, para filmar un largometraje sobre su vida, ediciones especiales de CDs, videos, pósters. Algunas de sus canciones musicalizaron telenovelas y otras fueron regrabadas por cantantes de diferentes estilos. Su muerte, además, se convirtió para los medios en una
matriz para entender otras muertes trágicas en el mundo de la música tropical: explicaba tanto los peligros de la vida de esos artistas en términos de mal camino (consumo de drogas y alcohol, promiscuidad sexual, delito) y de explotación (sobreexposición en los medios, numerosos shows por noche, contratos esclavistas y hasta una “mafia” que controlaría el negocio) como las “santificaciones” posteriores de los mismos. 

 

Diez años después de su muerte, decenas de personas visitan asiduamente a Gilda en el cementerio o en el santuario erigido en el lugar de su muerte. Entre esas personas, algunas se reúnen para recordarla en clubes de fans, que son varios, se fragmentan, crecen, decrecen, cambian de forma, pero continúan funcionando en torno de su figura.

 

 

 


Clubes de fans

 

La tumba de Gilda se encuentra en la galería 24, en el cementerio de Chacarita. El nicho de Gilda y el de Mariel, su hija (inmediatamente al lado), acostumbran a estar cubiertos de flores frescas durante toda la semana.

Rosarios de plástico de varios colores, varias placas de agradecimiento, estampitas de santos y vírgenes y mensajes escritos a mano, pidiendo por el triunfo de Boca, por la salud, para “ser feliz” y una cajita forrada con el cartel “Dejale tu carta a Gilda que se la llevamos al santuario. Club de fans 'No me arrepiento de este amor”, completan el cuadro.


Numerosos clubes de fans se formaron, antes y después de la muerte de Gilda. “No me Arrepiento de este Amor”6 fue fundado un año antes de la muerte de la cantante y “Guardianes de Gilda”, pocos meses después del
accidente. Algunos de ellos se diluyeron con el correr del tiempo (como “Ámame Suavecito”), otros se fragmentaron, sufrieron divisiones (“Gilda un amor verdadero” surgió en 2002, de la mano del ex vicepresidente de “No me arrepiento de este amor”) y otros mudaron de forma, como es el caso de “No es mi despedida” que, creado en abril de 1997, se convirtió en la Fundación y comedor infantil “Los corazoncitos de Gilda”.7


Los fan’s clubs de Gilda tienen una especie de cuadro directivo que cuenta con un presidente y puede incluir también un vicepresidente, secretarios, vocales y hasta una “encargada de prensa”, además de los participantes sin cargos específicos. La figura de mayor destaque es la del presidente quien puede hablar en nombre de los fans, asume la mayoría de las responsabilidades, como la administración del dinero que se reúne para los viajes o la custodia de los exvotos y cartas hasta ser llevadas al santuario.8


Entre las actividades regulares de los dos clubes que se reúnen cada fin de semana en el cementerio, “No me Arrepiento de este Amor” y “Guardianes de Gilda”, están: arreglar las flores, mantener limpio el espacio del nicho, recoger las cartas y los ex votos, orientar a los recién llegados, “hacerle compañía a Gilda”, pero también conversar con los amigos, a veces compartiendo una merienda o el mate. Se encargan, asimismo, de decorar el lugar para los aniversarios de nacimiento y muerte, editan una revista con información sobre Gilda para el 7 de septiembre, que entregan gratuitamente a los visitantes, y organizan viajes al santuario erigido en el lugar de su muerte una o dos veces por año, en los cuales aprovechan para dejar las bolsas con cartas y exvotos que los visitantes depositan en el nicho.


Reunirse, con lluvia o con sol, cada fin de semana en el cementerio, dedicar horas de trabajo voluntario en un comedor infantil, coleccionar cientos de páginas de revistas, fotos y recuerdos en álbumes, gastar dinero que cuesta conseguir en CDs o merchandising,9 pedir el día en el trabajo para honrar a Gilda en el aniversario de su muerte o ceder el dinero que serviría para comprar las zapatillas de la hija para alquilar un ómnibus para viajar al santuario son gestos que, tomados a veces como sacrificio, como un deber, como “lo que hay que hacer”, son valorados en la mayoría de los clubes de fans. Estos “sacrificios” pueden ser entendidos, apunta Coralis (2004), también como parte de la diversión, algo tan placentero como hacer amigos con intereses comunes. 


Aunque actividades relacionadas al “ocio”10 también sean uno de los motivos que los llevan a reunirse, formar parte de un fan’s club implica ciertas obligaciones y responsabilidades, como la de estar en el cementerio el día del aniversario de la muerte de Gilda, no apenas para “hacerle compañía”, sino para recibir a los visitantes, brindarles información, recoger las flores y las ofrendas, etc. Este compromiso se debe cumplir aún a pesar de otras actividades, responsabilidades e intereses: por ello es posible encontrarlos junto al nicho en una tarde lluviosa y fría, durante un importante partido de fútbol o en el Día de la Madre. La adhesión y la participación asidua en cualquiera de los clubes de fans de Gilda es requerida dentro de una economía idealizada del tiempo
ocupado: el hecho de que, aún con obligaciones familiares, escolares o laborales, se reserve tiempo para Gilda es visto con agrado. A la inversa, participar porque “no tiene nada que hacer”, dejar de hacerlo porque se está entretenido con un nuevo trabajo o una novia es duramente criticado.


El fanismo no se reduce apenas a las reuniones en el cementerio: los fans también marcan su espacio doméstico con imágenes de Gilda disponiendo pósters y fotos en las paredes, exhibiendo su imagen en lugares especiales dentro de la casa, vistiendo remeras y medallas con su rostro o combinando objetos que
refieren, a veces indirectamente, a la cantante.11 La sala de la casa de Laura, por ejemplo, combina imágenes de Gilda y objetos con su rostro (una taza, un reloj, un vaso) con elementos que intencionalmente adquirió porque a le gustaban a la cantante –un almohadón con los colores de Boca y la foto de Ricardo ontaner en un portarretratos, el club de fútbol y el baladista preferidos de Gilda. La remera con la foto de la cantante, Laura la viste solamente en ocasiones especiales, mientras que a diario usa una medalla con su rostro y una pulsera de cuentas de plástico azules y amarillas, pese a que Laura es de River, porque Gilda era de Boca.12 

 

Analizando los usos de objetos cristianos en la vida cotidiana, McDannell (1995:272) afirma que estos colaboran en el establecimiento y manutención de las relaciones con los seres sobrenaturales la familia y los amigos, creando un paisaje religioso que les dice a ellos y al mundo quiénes son. En este sentido, los objetos desplegados en los hogares, no son apenas decoraciones y ni siquiera un reflejo externo de experiencias íntimas, sino una forma de experimentar lo sagrado y de volver a Gilda sagrada, en la continua interacción con y a través de dichos objetos. Mientras Gabriel delimita su espacio propio en la casa familiar, pegando fotos de revistas y los encartes de los CDs en las paredes de su cuarto, Ariel, por su parte, despliega fotos de la cantante en el comedor familiar: tanto en la pared como en un portarretratos y es coronado por un rosario de plástico
con los colores de Boca. 

 

 

 


Locos por Gilda

 

Yo soy enfermo por Gilda, tengo todo de ella, todos los cassettes... Y mi pieza está llena de pósters, de fotos... si veo algo de ella me lo compro... Tengo la remera que me viste el otro día, esta medallita, [mostrándome] el llavero, la billetera y mirá... [se arremanga para que el tatuaje en su hombro de la palabra Gilda, en cursiva y de
unos 12 cms. de largo, quedara visible]. Este me lo hizo un amigo... el “Gilda” lo calqué de la tapa de un compact...

 

Me quiero hacer la cara de ella, acá [en el pecho, sobre el corazón] pero ahí tengo que ir a un profesional, porque [el dibujo] tiene muchos detalles... Rulo13 se tatuó el nombre de Gilda en su hombro de la misma manera que
muchos fans de los Rollings Stones se tatúan una boca con la lengua saliente que identifica al grupo, los de ACDC, el nombre de la banda atravesado por un rayo o los de Maradona, la figura del futbolista en las más variadas expresiones.


Conserva, como otros fans, elementos que refieren a Gilda y participa del fan’s club “No es mi despedida” desde su creación, colaborando diariamente en el comedor infantil que la presidenta del club fundara. “Enfermo por Gilda” es una de las definiciones posibles de lo que significa ser un fan. La “enfermedad”, la locura, el amor exacerbado, el entusiasmo sin medida parecen ser los principales elementos que diferentes autores reconocen como característicos del fanismo.Como apunta Doss (1999:50) la palabra fan está cargada negativamente
desde el comienzo: la autora señala que proviene del latín fanaticus, un adjetivo que describe a los devotos de los cultos religiosos del mundo clásico no romano, que denota entusiasmo exacerbado y excesos.

 

Confundiendo exceso con irracionalidad, varios autores parten de la etimología para caracterizan a los fans en términos patológicos y desviantes (Doss 1999; Porter 1999), personas que no tienen una vida propia o que huyen de la “realidad” (Jindra 1999; Mc Laren 1999). Al mismo tiempo, otros autores tienen como horizonte una crítica a la sociedad moderna y de consumo, y caracterizan al fan como pasivo, como la contraparte del star system, ignorando la calidad activa de toda audiencia (Jensen 1992). Así, una parte importante de la bibliografía académica14 los considera como una manifestación propia de los márgenes de la sociedad, nunca de individuos “completos” o “normales”: adolescentes, mujeres sin pareja ni hijos, desocupados – personas que tienen tiempo de sobra, tiempo para perder (Jenkins 1992). Aún aquellos autores que reconocen en la agencia individual el rasgo positivo del fan,15 la caracterizan en términos de escapismo o alivio imaginativo
(Aden 1999), de fantasía compensatoria (Fiske 1992) o de liberación personal (Hinerman 1992). Los fans son, para estos autores, marginales, enfermos, locos, perdedores, inadaptados, personas que viven en mundos de fantasía (Lewis 1992), que buscan su “identidad” reflejándose en un ídolo o que resuelven o palian carencias psicológicas en su fanismo (Coelho 1999, Coralis 2004). Hills (2002) afirma que el principal problema de la mayoría de los enfoques precedentes radica en que están cargados de un dualismo moral a partir de definiciones de
“buena” (racional, emocionalmente controlada, activa, de resistencia) o “mala” (irracional, excesivamente emocional, pasiva, conformista) cultura popular, cancelando las contradicciones inherentes a las prácticas de los fans en función de dichas definiciones previas. Que los fans apelen a nociones de exceso, enfermedad y locura para intentar poner en palabras lo que experimentan como algo superlativo no debe llevarnos a creer que sean descontrolados o insanos: de hecho entre los miembros de los clubes de Gilda es posible observar diferentes ejemplos de disciplina y respeto que consideran inherentes a la condición de fan. 

 

Gabriel16 se señala el corazón para ubicar el lugar adonde Gilda está: “A ella la tengo acá adentro. A mí mucho no me gusta ir al cementerio. Para mí, ella está viva.” Sentados en el patio de la casa adonde funciona el comedor “Los corazoncitos de Gilda”, me cuenta que la conoció a través de un cassette que compró en un supermercado:


…de esos que juntan varias canciones, que no son los originales. Y las dos únicas canciones que me gustaron del cassette fueron las de Gilda. Pero yo no sabía que era ella. Y un día, mirando el programa de cumbia que hay los sábados, escucho la canción y veo que es ella la que cantaba esas dos canciones que a mí me gustaban. Y ahí
un día vine acá y Laura me ofreció hacerme socio del club de fans y ahí empecé.


Gabriel resume así cómo pasó de gustar de un par de canciones a hacerse miembro del club de fans “No es mi despedida”, condición que hoy pone en acto con su participación diaria en el comedor, sirviendo meriendas, ayudando con la limpieza, o apenas estando allí, para lo que sea preciso.


Bacon Smith (1992) afirma que el de convertirse en fan es un proceso progresivo de diferentes y sucesivos niveles de elección, uno cada vez más específico que el anterior: primero se elige un interés, luego un género, después un subgénero, finalmente un producto especifico. En muchas de las historias que escuché sobre cómo se convirtieron en fans, distintas personas contaron cómo Gilda comienza a formar, cada vez más, parte de su vida cotidiana, cómo ir conociéndola y volverse fan se fueron entrelazando y cómo esto se relaciona con otros aspectos de su vida personal –los problemas amorosos, laborales, las dificultades personales, etc.— adonde Gilda, de diversas maneras, pasó a desempeñar un rol muy importante como fuente de alivio y de fuerza para
enfrentar las dificultades. Si para Gabriel este modelo procesual parece aplicarse, para Roberto17 la elección de Gilda parece más un quiebre en un patrón anterior de gusto, que una profundización del mismo que recuerda a la conversión paulina:


Yo estaba en otro género musical, metido en otra música que me tenía trastornado de la mente... esa música mecánica, esa porquería... Me tenía loco... Últimamente me estaba haciendo estropear la mente, estaba rebelde... Me dice mi prima ‘te presto un cassette...’ ‘¿de qué?’, le digo. “Bailanta, Gilda. Escuchá, escuchá, está muy
lindo...’ Y ahí se me pegó. Con la canción Fuiste... Y ahí se me pegó y ahí agarré los otros cassettes de música esa heavy metal [que escuchaba antes]... los rompí todos... No quiero más música de lengua extranjera... y se me pegó Gilda y me empezó a gustar y empecé a comprar... a hacer la colección de los CD de ella... (...)
Y ahí empecé a buscar, me recorrí todas las disquerías [buscando] otras canciones de ella y fui juntando la plata y los iba comprando.... póster, de todo tengo en mi casa...


Aún en el caso de Roberto, que relata su condición de fan en términos de conversión, de cambio abrupto y de quiebre en su trayectoria vital,18 vemos que seguidamente inicia un proceso de acercamiento continuo a las personas y las cosas relativas a Gilda. Ser fan, como ser devoto, debe ser entendido en términos procesuales, aunque no siempre ni necesariamente lineales o progresivos, que en gran medida dependen de su integración a un grupo cuyo interés común gira en torno de la cantante, como aparee más claramente en el caso de Laura.
La trayectoria de Laura19 hasta convertirse en fan comenzó, según ella, “por curiosidad”. Ella no tiene un registro claro de haber “conocido” a Gilda antes de su muerte “ni sabía que era Gilda tan famosa, viste esa cosa de que
vos mirás a un cantante, como mirás a otro” y tampoco formaba parte del público de la cumbia. Su interés por Gilda surgió después de leer una nota en una revista, publicada dos años después de su muerte, que la llevó a interesarse y procurar nuevas informaciones. Esas lecturas la conmovieron y fueron el motivo por el que decidió ir por primera vez al cementerio “a verla”:
... cada vez que leía algo me conmovía... No sé por qué, viste, esas cosas, cuando te conmueve algo, te llega... Y bueno, entonces ya indagando, digo, empezó a salir un libro, empezaron a salir cosas.


Esto fue al tiempo, yo no la había conocido para nada en vida, ni nada... Ponele, en el 98, que fue en el tiempo que se empezaron a hacer los aniversarios, dos años de [la muerte de] ella, ahí empezaron a salir notas, también, en las revistas. Y ahí hablaban bien, en profundidad, del fan’s club. Entonces ahí empezó la curiosidad,
viste, la curiosidad de ir y conocer cómo era, me empezó a interesar.

 

Y bueno, un día me conecté, estaba este muchacho que estaba antes, Eduardo, estaba Claudio, empecé a ver a los chicos, hablé con uno, me invitaron a ir...


La integración de Laura al fan’s club fue paulatina. Su acercamiento a la música de Gilda sólo acontece en un segundo o tercer momento, pues Laura no es una oyente habitual de cumbia. Se interesó más por el personaje, por su historia y sus características, a través de las notas aparecidas en las revistas. 


Luego de su primera visita al nicho, se siguieron otras, en las que fue profundizando no apenas su conocimiento de la cantante, sino estrechando lazos de amistad con las personas que concurrían al cementerio:
...y bueno entonces la vi a ella, pero no entendía muchas cosas, viste, estaba como out, como si fuese un silencio total, una admiración, pero no entendía mucho... Y la había visto, ahí, que estaba con su hija, su mamá, pero no... no entendía muchas cosas, seguía profundizando hasta que bueno... [con los demás fans] empezamos a charlar, a [ir] los viajes, ya ahí empiezo a sentir más, como un afecto, ahí empecé a sentir afecto por ella, después que viajamos al santuario, de agruparnos así...


Laura sabe, conoce datos biográficos y características de Gilda por lo que leyó en diversas publicaciones o vio por televisión, pero no entiende de qué se trata, qué es lo que ocurre en el cementerio y con ella misma – es tan indefinido como “un silencio total”. Hasta que, en la convivencia con los demás fans, transforma la admiración en afecto, sentimiento que sólo es posible y que sólo adquiere sentido en cuanto experiencia comunitaria. El sentido, entonces, no se da a través de la transmisión información, sino por una “educación de la atención” que es inseparable de la vida de una persona en el mundo (Gibson, apud Ingold 2000:167). Para Laura, ese “sentir más” es un entender más, a medida que se integra en el fan’s club – que “profundiza”: “el significado es inmanente en los contextos relacionales del compromiso práctico de las personas con sus ambientes-vividos” (Ingold 2000:168). La separación entre conocimiento “abstracto” y, porque aislado, sin sentido, por un lado, y entendimiento “concreto”, realizado en la práctica comunitaria, por otro, debe ser tomado como un recurso
narrativo que utiliza Laura al relatar cómo se hizo fan. Esta división no debe distraernos del hecho que es sólo en la experiencia vivida que los datos que leyó en una revista se vuelven conocimiento sobre Gilda, se aprehenden al integrarse, ciertamente, no apenas a la experiencia común del fanismo, sino a su vida como un todo.


Hacerse fan se da, también, a partir de la profundización de un lazo afectivo que surge al escuchar su música. Los fans, vemos, afirman que para conocerla hay que escucharla y que, al conocerla, “lo más natural” es comenzar a sentir afecto por ella. Las canciones de Gilda, además, son el motivo que se menciona más frecuentemente para convertirse en fan, porque, para los nativos, no se limita apenas de una cuestión de gusto personal, de interpelación musical,20 sino, principalmente, porque Gilda está en sus canciones:

 

_Claudio21: Vi en algunos videos que Gilda da mensajes a la gente... 

Para mí, las canciones de Gilda, son lo que le pasaba a Gilda...
_Laura: Del corazón
_Claudio: De la infancia, de su vida
_Carlos: Porque cuando vos la escuchás a ella se te pone la piel de 
gallina y vos ya la conoces la canción, la escuchaste mil veces... y
con otro no... [no pasa lo mismo]
_Roberto: Y te dan ganas de seguir escuchándola, a mí me pasa eso.
_Claudio: Porque lo sentís en el alma.
_EM: ¿qué mensajes daba, por ejemplo?
_Claudio: De amor... Que la gente se quiera más... Hay una parte,
que yo lo ví en un video, que dice que no tenés que rendirte, que
hay que seguirla para adelante... que las cosas van a venir... Eso
trasmitía ella a la gente...

 

 

Gilda se hace presente en sus canciones de varias maneras.


Por un lado, ella está en sus canciones porque es autora. Los fans, así como muchos de los que gustan de la música de Gilda, afirman que prefieren sus cumbias por causa de las letras. Rescatan el valor poético de las canciones, aunque no procuran significados cifrados ni estudian las letras, porque fueron escritas por Gilda,
quien vivió ella misma las situaciones que describe o tuvo la sensibilidad suficiente para apropiarse de la historia de alguien cercano y convertirla en canción.


Vemos entonces que no se valora, aquí, la creatividad, la imaginación fértil, sino la experiencia vivida que se transmite, como una parábola, como un consejo, a través de una canción. La experiencia vital no es apenas “inspiración” para escribir y, como en el caso de los lectores de Paulo Coelho analizado por Semán (2004:136), la historia contada y el autor no son independientes: Gilda, en tanto autora, se convierte en una referencia ética.
En segundo término, la canción, como elemento de la performance artística, es valorizada porque ella “es la única que canta”: su voz convierte a las canciones que entona en algo específico y en un diferencial con respecto a otras cantantes del género. Es su voz la que emociona, la que “transmite” el mensaje de la canción y que hace que cada oportunidad que se la escuche, y no importa cuántas hayan sido estas, emocione y provoque aún más ganas de oírla. En este sentido, por último, Gilda se hace presente cada vez que toca una de sus
canciones: pues no se trata del registro sonoro de su voz, sino de una manifestación auditiva de Gilda.

 

 

 


Gilda, la única


_Carlos: Ella tenía algo especial...
_Laura: Para mí tenía algo... algo que otras cantantes no lo tienen...
_Carlos: ¿Sabés como se llama eso, vos? Eso se llama tener ángel, que
no lo tenés así nomás, es muy difícil conseguirlo a eso. Una persona
que no sabe cantar y tiene ángel... y vos lo escuchás que canta bien
con el tiempo, y ¿cómo puede ser? Es... es algo de arriba eso...
_Laura: Tenía un carisma muy especial

 

Antes de visitar a Gilda cada domingo, Carlos22 se encuentra con los gardelianos, que se reúnen en torno de la tumba de Gardel, cuyos restos descansan en el mismo cementerio. Carlos es considerado uno de los miembros
más fieles de No me Arrepiento de este Amor, por su presencia asidua en el cementerio, por su celo con las cosas de Gilda. Según él, Gilda tenía y transmitía “ángel”, una forma de encanto, una capacidad de atraer al público, de diferenciarse de los demás cantantes, un don que viene “de arriba”.


Algunos autores han optado por preguntarle directamente a los fans por qué han elegido a esta actriz, ese cantante o aquella serie como objeto de fanismo. La pregunta por los motivos, subjetivos u objetivos, encuentra respuestas defensivas a veces, demasiado formales en otras, construidos a posteriori a partir de criterios dominantes de gusto (los del entrevistador o los del público general que, suponen, leerá la entrevista), pues generalmente esos motivos no son transparentes para los fans. Las dificultades para describir la excepcionalidad de la cantante, además, tienen que ver con que la del fanismo es una experiencia no verbalizable, que “pasa por otro lado”: Decir que el sentimiento que les provoca “no se puede explicar” ya es toda una explicación: entra en el ámbito de lo inefable, de lo que sólo puede ser sentido, vivido en carne –y alma—propia, algo que los excede y que, por su naturaleza, no puede ser desvirtuado por las palabras:


_EM: ¿Cómo harías para explicarle a alguien que nunca escuchó
hablar de ella, quién es Gilda?
_Laura: Por la música
_Claudio: como todo el mundo conoció a Gardel... ¿cómo lo
conocieron a Gardel? No diciendo que Gilda es Gardel...
Trasmitiendo lo que es Gilda, pero... [le cuesta explicar] Ponele:
¿cómo, cómo era Gardel? ¿Por qué la gente lo quería a Gardel? Por
el tema de la voz...
_Carlos: [interrumpe] Todo. El carisma, todo
_Claudio: el carisma...

 


La atribución de carisma parecería ser el motivo por el cual un ídolo concitaría la atención de los fans sería, siguiendo a Eco (1979), un mito contemporáneo, el cual representa los valores de una sociedad.23 Sin embargo
los fans no consiguen definir la especificidad del carisma que le atribuyen a Gilda: es sinónimo de “ángel”, de excepcionalidad. Una forma de indagar sobre la especificidad de Gilda fue compararla con otras cantantes contemporáneas, algunas de las cuales habían tenido, en su momento, mayor repercusión –presencia en los medios, venta de discos—que ella:


_EM: Pero ella no era la única que cantaba... por qué vos, digamos,
la empezaste a seguir a Gilda y no a Lía Crucet o a Isabelita?
_Carlos: Porque no tienen ángel.
_Claudio: Porque no tenían carisma. Las otras parecían más... eh...
locas…De caja rápida... [le cuesta explicar] Pero... [Gilda] tiene
algo que... viste que cuando te llama [la atención] algo de otra
persona, sin ser algo artístico, ni la vestimenta... Porque ella no era
como las otras que... Las chicas mostraban los lomos y ella no.
Capaz que era por eso que te atrapaba...
_EM: ¿Y cómo era la actitud de Gilda?
_Claudio: No era igual que todas, era normal. Las otras se agrandaban
porque cantaban... (...) Las otras se quieren hacer “ah, yo canto
cumbia, tengo mejores gomas o muestro más” Y Gilda no, humilde,
como la gente... Humildemente atrapa a la gente, como cualquier
persona… No hace falta que tenga buen físico...
_EM: ¿Si tuvieras que compararla con otra mujer que se te ocurra,
famosa, se parecía a alguien?
_Claudio: No, que yo sepa no...
_Carlos: No, no se parecía a nadie... Gardel no se parecía a nadie.
_Claudio: No sé... Del ambiente de bailanta... la [única] que cantaba
era Gilda. Además, las letras de las canciones y la actitud de la
persona te atrapa. Las otras no, las otras se hacían las lindas, las
cancheras... No fueron tan famosas, las otras fueron famosas por el
cuerpo... Lía Crucet, que era Tetamanti... La bomba Tucumana, por
la cola que tenía! (se ríe) La Isabelita, quedó embarazada, y nunca
más le dieron bola... Fea Isabelita... Esa también tenía cola grande...
_Laura: Sí, la idea era también mostrar las colas...
_Claudio: Y Gilda no mostraba nada. Gilda era flaquita... es linda...
no se mostraba... no provocaba a la gente, ni nada. Aparte, las
canciones, que llegaban…

 


En los trechos precedentes, vemos que los fans, además de señalar las cualidades que la diferenciaban de otras cantantes contemporáneas, caracterizan a Gilda como una persona “normal”, “humilde”, que “se acercaba a la gente”, “saludaba sin asco a los [portadores de síndrome de] Down”, “no discriminaba a la gente” y “era una persona como nosotros, pero con mucha sensibilidad”. Y es en la combinación entre las características fuera de lo común –su voz, su sensibilidad, su belleza o su bondad— y la proximidad con la ella se relacionaba con las personas de su público que se basa lo que ellos definen como su carisma.


El atractivo físico de Gilda no pasa por explotar su figura, por exhibir su cuerpo con ropas ajustadas o escotadas pues, como argumenta Claudio “ella no necesitaba mostrar el cuerpo” porque tenía otras cualidades: era “un ser lindo” y “la única que cantaba”, dando a entender que las demás no basaban sus performances en el canto, sino en el apelativo sexual. Esto hace que Gilda no se parezca a nadie, “como Gardel”: si es imposible compararla con otras cantantes de cumbia, para los fans, pasa a integrar un grupo selecto de cantantes excepcionales, entre los cuales Gardel es el exponente máximo, pues es el único que “cada día canta mejor”.


En las diferentes publicaciones y videos, Gilda aparece en fotos de estudio o en shows, usando ropas que estaban de moda en la época y al mismo tiempo, la diferenciaban de otras cantantes. Las estrellas femeninas de la cumbia en aquel momento, Lia Crucet, apodada “la Tetamanti” debido a las proporciones de su busto, o Gladys “la Bomba tucumana”, habían teñido su cabello de rubio y ceñían las curvas generosas de sus cuerpos en vestidos cortos, escotados y brillantes. Si ellas marcaban el “estilo” femenino en la cumbia y eran copiadas por las cantantes menos conocidas, Gilda, por su parte, llevaba el cabello naturalmente oscuro y se vestía de modo semejante a las mujeres que bailaban debajo del escenario. Debido a su delgadez, ni siquiera cuando usaba un escote más profundo o una pollera muy corta era considerada voluptuosa o sexualmente agresiva. Analizando las imágenes de estudio y los encartes de los CDs, además, parece haber una apuesta a una imagen cándida y romántica de la cantante.


En Corazón Valiente, usa un vestido corto color azul francia, una corona de flores sobre la frente y un ramo en las manos.


Desde el período románico, las imágenes de santos y vírgenes católicas pasaron por un proceso de “antropomorfismo” que le posibilitó al devoto una aproximación más directa y personal, atribuyéndoseles a los íconos sentimientos y deseos humanos (Prat 1989:243). En el caso de Gilda, se dio el camino inverso: el arte del álbum Corazón Valiente consagró una imagen de la cantante que combinaba rasgos de belleza, pureza, candor y una sensualidad desexualizada, completamente alejada de la estética dominante en el mundo de la cumbia. Es
esa la imagen de Gilda, usando un vestido azul que prevalece en las estampitas, medallas, imágenes de bulto, cuadros y otros elementos devocionales, la que se convierte en su imagen “oficial” que permite, en esa multiplicación de un código restringido de presentación (Carozzi 2006), su fácil reconocimiento.


Independientemente del talento musical que, por momentos, queda en un segundo plano o de la belleza física, que aparece subordinada a una presentación del self que valoriza la sencillez, la humildad y el acercamiento al
público, es “su forma de ser” lo que aparece como diferencial: una personalidad que no se presenta enmascarada o adornada para el escenario. Pues aún en escena, lugar que necesariamente define una distancia con el público, ella es “como cualquier persona”, “no se la cree”, rompiendo así la distancia inicial, al colocarse, idealmente, en el plano horizontal de la communitas. Es ese el secreto del carisma de Gilda, según sus fans: su sencillez como característica extraordinaria para alguien que, como artista podría establecer una relación de
distancia. Es en este sentido que debe considerarse, además, la valorización de la imagen cotidiana de Gilda, la preferencia de los fans por las fotos de entrecasa, lavando platos o aquella, sin maquillaje y con un sencillo vestido de algodón, sosteniendo una torta de cumpleaños. Pues, como argumenta Dyer (2002:22), que la estrella se muestre con una apariencia, una personalidad o problemas más ordinarios no hacen que deje de ser especial: la combinación de lo excepcional con lo ordinario es lo que la vuelve diferente.


En este sentido, con Gilda acontece lo mismo que con otras estrellas.


Numerosos trabajos dan cuenta que es la autenticidad una de las cualidades que los fans reconocen como característicos de su ídolo. Lady Diana (Richards et all. 1999), Madonna (Coralis 2004), Bruce Springsteen (Cavicchi 1998) o Emilinha (Costa 1984), son considerados por sus fans como “auténticos”. Y esa
autenticidad dice respecto a lo que ellos sienten como su sinceridad, la transparencia de sus sentimientos o la fidelidad a sus orígenes y no a una preocupación por lo “real”. Así, siguiendo a Dyer, las estrellas son, al mismo
tiempo, representaciones de personas y personas “reales”: “son imágenes producidas, personalidades construidas tanto como lo son los ‘personajes’ [que interpretan]” (2002:20), colapsando, de esta manera, la distinción entre la autenticidad del actor y la del personaje que está interpretando. Lo interesante de ellos es la construcción, la performance, el ser un personaje que, en este sentido, requiere del fan para completarse. Las existencias del ídolo y del fan son mutuamente constitutivas, pero no en el sentido que le otorga Coelho (1999) esto es, como extremos de una paradoja que resume un deseo universal de ser reconocido, ni como ilustraciones de un proceso más o menos homogéneo por el cual el mercado –entendido como una “mano invisible”— se realiza a partir de la producción y el consumo de bienes culturales. La estrella, el ídolo,
sólo existe en la relación con el fan porque hay una participación, una presencia activa de los fans en la producción de Gilda y en su concomitante inscripción en esa textura diferencial del mundo que hemos denominado “sagrado”.


Para los fans de Gilda como los de las películas del género mitológico24 indio, la separación entre persona y personaje no reviste demasiada importancia.

 

En este caso, la presencia en escena de actores y actrices interpretando dioses provocaba gestos de fervor y devoción en el público, como quitarse los zapatos, dejar ofrendas frente a la pantalla y hasta, los más acomodados, ofrecer fiestas para adorarlos. Lo que el cine quiebra, según Das Gupta (1989:16) es la división
entre mito y hecho, haciendo que el actor que representa a un dios se transforme en ese dios. Esto no debe llevarnos a deducir, como argumentan Prasad (n/ d) y Srinivas (2006), que se tratara de audiencias crédulas y que para los espectadores fueran realmente los dioses y héroes épicos quienes aparecían en la pantalla. Pensar esto, sin caer en una caracterización negativa de la audiencia, sólo es posible si, siguiendo a Latour (2002:31), se rompe con la división entre razón y creencia, entre saber e ilusión, entre construcción y realidad.

 

Si comenzamos a pensar en términos de procesos de sacralización.


Para Gabriel, la “ilusión” es algo propio a la estrella y a su relación con los fans y ésta no deja de ser verdadera por ser inventada, pues de eso mismo se trata el ser un personaje. En palabras de Latour (2002: 23) Gilda no sería “ni
enteramente autónoma ni enteramente construida”. Así, el interés de los fans por “mantener viva su memoria” y su preocupación por cuidar de su imagen, difundir su “verdadera” figura, corrigiendo los errores publicados en los medios de comunicación, no parte de un interés por hechos irrefutables, sino que, voluntaria y concientemente, procuran adaptar la imagen más fehaciente de Gilda. Evidentemente, la necesidad de reforzar una determinada versión nos habla de la presencia de otras narrativas, de relatos paralelos que continúan 
vigentes. Pero, para los fans, si Miriam Alejandra tuvo que sortear muchos obstáculos y hacer grandes sacrificios, incluidos los sexuales, para poder “llegar”, Gilda alcanzó su destino, prácticamente, como en un cuento de hadas. Para sus fans, y para sus devotos, la pregunta por la historia “real” es irrelevante, pues la “verdadera” historia es la que ellos ayudan a construir. Esto significa que ellos refuten las características negativas que la cantante pudiera tener: como acontece con los santos populares, las cualidades morales no son el motivo principal o, aún, alguno de los motivos citados, para acercarse a ella. Pues Gilda, como otros
santos populares (cf. Freitas 2000; Frigerio & Rivero 2003), no es necesariamente (o no todo el tiempo) un modelo o un horizonte de identificación, sea porque es un ser extraordinario, sea porque apela a imágenes o valores “negativos”.


La elaboración de una biografía datada y exacta, vemos, no es la principal preocupación de aquellos que se consideran los guardianes de su memoria. De un modo semejante a lo que acontece con las devociones a los santos, lo realmente importante es el encuentro del ser excepcional con cada una de las personas específicas. Las historias que fans y devotos de Gilda cuentan sobre ella no se basan en el estudio de una biografía datada y no tienen, necesariamente, el argumento lineal que caracteriza a las hagiografías. Ellos relatan, en palabras de Carozzi (2003) “encuentros que se vuelven memorables”: el baile en que la conocieron, el gesto amistoso que los hizo sentir queridos, el sueño en el que ella se hizo presente, una canción que los alivió en un momento
difícil, el milagro solicitado con fe y propiciado en el esfuerzo cotidiano. De esta manera, no importa tanto lo que el ídolo en cuestión ha hecho, sino lo que posibilita hacer.


Lo que conocen de su biografía se basa en lo aparecido en la prensa o en programas de televisión: la lectura que realizan, sin embargo, está filtrada por la relación de desconfianza que establecen con los medios y matizada por datos de primera mano obtenidos de comentarios de familiares y amigos, por su propia experiencia o por las opiniones personales sobre cómo Gilda debió o debería comportarse en determinadas circunstancias. Es en este sentido que no basta adquirir conocimientos sobre su vida, ni siquiera poder citar la totalidad de sus canciones. Hay que conocerla. Y conocerla implica acceder a ese “algo” diferencial que hace que las personas se sientan atraídas por ella, que la amen. Implica, además, la entrada de Gilda a la vida del fan: en algún sentido, que Gilda lo conozca, que su presencia comience a transitar por la vida cotidiana del fan.

 


¿Metáfora religiosa?


Una tendencia generalizada en la producción bibliográfica sobre fanismo es la de analizarlo utilizando metáforas religiosas, como si por detrás de una “forma secular” latiese un “corazón sagrado”. Así, para Jindra (1999), un fan’s club representa una versión moderna o secularizada de un grupo religioso y para Porter (1999:246) las convenciones de fans son herederas seculares de las peregrinaciones religiosas. Aden (1999) realiza una homología fuerte entre fanatismo y religión, afirmando que ser fan es como ser devoto o creyente, mientras que Rodman (1996) afirma que el fanatismo por Elvis es “cuasi religioso”, no sólo por los rituales llevados a cabo en Graceland, adonde los fans “le rinde culto”, sino por las connotaciones que adquiere la figura del cantante. En el caso de Madonna, Hulsether (2000) identifica “contenidos religiosos” en sus performances
y Coralis (2004) refiere a una adoración cuasi religiosa de los fans por la cantante.


En el caso de Gilda, un deslizamiento del fanismo hacia la devoción religiosa se vuelve tentadoramente sencillo, no apenas porque ella ya tiene devotos, sino porque los fans, muchas veces, parecen actuar como tales, solicitando milagros, pagando promesas, rezando. De hecho, como los santos populares, Gilda también tiene un santuario, erigido en el lugar de su muerte, adonde fans y devotos peregrinan, al menos una vez al año, para dejar sus exvotos, pedir y pagar promesas. En el santuario, además, están los restos del ómnibus (“el micro”)
donde, para Carlos, su presencia se puede sentir con más fuerza que en el cementerio:


En el micro está ella, porque ella descarnó ahí... Ojo, no es que ella no esté acá [en el cementerio]… Ella también está acá, pero acá está el cuerpo y allá quedó el espíritu, ahí arriba, en Entre Ríos…


Por eso, si le querés pedir algo, tenés que irte hasta allá. Es como la Difunta Correa, que te tenés que ir allá… O el Gauchito Gil, que te tenés que ir hasta allá. Porque allá quedó el espíritu. Y ahí, donde quedó descarnó, es donde quedó el espíritu.


Además de establecer de qué manera la presencia de Gilda en el santuario tiene un carácter y una intensidad diferente, Carlos ejemplifica con casos tomados de las devociones más tradicionales de Argentina, como el Gauchito Gil o la Difunta Correa, asimilándola al panteón de santos populares, aunque sin definirla
explícitamente como santa. Las fronteras entre categorías de seres milagrosos están, como afirma Calavia (1996:139) abiertas y los tránsitos entre ellas son frecuentes, permitiendo que Gilda pueda ser considerada como cualquier difunto y, al mismo tiempo, pertenecer tanto al grupo de artistas excepcionales que encabeza Gardel, como al de santos populares tradicionales, sin necesariamente establecerse en ninguno de ellos.


A pesar de sostener la capacidad de Gilda de obrar milagros, los fans se niegan repetidamente a considerarla una santa y llegan a afirmar que es “una muerta como cualquier otro”, pues para la perspectiva nativa, cualquier fallecido puede actuar en el mundo de los vivos. Gabriel, como la mayoría de los fans, se ofusca cuando se pone el acento apenas en relacionar a Gilda con la concesión de milagros y cuando en los medios se insiste en llamarla “santa”:


Yo creo que sí, que Gilda hace milagros. O sea, cualquier persona que muere y que uno le tiene fe te va a cumplir. Gilda, bueno, se dio más porque la conocía mucha gente, mucha gente le tenía fe, es obvio que se van a dar más casos que cuando uno le pide a un familiar que lo conoce uno solo...


Sobre el status de Gilda, tenemos que, por un lado, al tratarse de una difunta, entra “como cualquier otra”, en la categoría de “alma” o de “almita” capaz de actuar en el mundo de los vivos y de esta manera podríamos considerarla parte del campo de la “religión” (Degarrod 2003, Carozzi 2005). Al mismo tiempo, de forma similar a lo planteado por Calavia (1996:138), los fans, reniegan explícitamente de la asimilación de Gilda al ámbito religioso. Así, Claudio es vehemente al afirmar que: 

Fueron los medios los que empezaron con eso de que Gilda es milagrosa y los milagros de Gilda, ellos lo inventaron. Fue todo un invento de los medios. Porque después dicen que Gilda es santa y ella es una persona común a la que le podés pedir cosas, como yo que también le puedo pedir a mi mamá y eso no quiere decir que
sea santa. Porque yo le he pedido cosas a mi mamá y ella también me cumplió... o a mi hermano, que falleció...
Claudio relata los milagros que Gilda a obrado en su vida. Pero al mismo tiempo, reniega de la definición “inventada por los medios” que la circunscribe al ámbito de la religión. Asimismo, Claudio, Carlos, Gabriel, Roberto y Laura, al mismo tiempo que se admiten beneficiarios de los milagros, no se definen a sí mismos como devotos, sino como fans. Una frase que ilustra muchas de las banderas, remeras y carteles que los fans le dedican a la cantante condensa esta aparente ambigüedad entre el fanatismo y la devoción: “Tu muerte no es ausencia, sino un cambio de presencia”. La muerte de Gilda la vuelve capaz de actuar, de manera poderosa, sobre la suerte de los vivos, como cualquier otro muerto. Aunque la muerte de la cantante no deja de ser un dato fundamental, no es este “cambio de presencia” lo que la vuelve especial para los fans, como sí acontece
con los devotos: la excepcionalidad de Gilda, hemos visto, tiene otros ingredientes.


Es necesario, entonces, respetar la separación nativa entre ambas experiencias, considerándolas como fenómenos de índole diferente, cuya especificidad puede ocluirse por el recurso a la metáfora. La lógica de
funcionamiento de la metáfora requiere, para cumplir su función eficazmente, de dos entidades separadas e inconfundibles que pueden ser intercambiadas. Aquí se trata, en cambio, de lo que Velho (1995:81) identifica como una “teología de la armonía”, una perspectiva que, en vez de opera por el principio de la contradicción (o/ o), lo hace por el de la inclusión (y/ y). Inclusión ésta que, sin embargo, no realiza combinaciones irreductibles, pues los términos de la ecuación continúan, en última instancia, identificables. En el caso de Gilda, la separación entre devoción y fanismo está lejos de ser completa y, sin embargo, aparece con claridad para los nativos: que Gilda haga milagros no significa que sea santa; que alguien sea fan de Gilda no invalida que pueda pedirle un milagro. Y ambas experiencias representan, para los nativos, attachments diferentes.

 

 

 


Conclusiones

 

De modo similar a lo que acontece con otros difuntos milagrosos y santos populares, Gilda puede ser analizada dentro de lo que la bibliografía ha consolidado como característico de la relación devocional, la tríada pedidomilagro-promesa: a Gilda se le solicitan gracias de diversa índole, que muchas veces concede y el favorecido retribuye con diferentes agrados. Los fans, hemos visto, en ningún momento niegan el poder de Gilda para actuar en el mundo de los vivos, su capacidad de obrar milagros. Pero es en esta característica la
que, para ellos, la vuelve un ser excepcional.


El caso de Gilda ilumina una peculiaridad que la literatura sobre fans no podría hacer. Por un lado, porque lo sagrado es reducido al campo de la religión en términos de una esfera separada de prácticas y representaciones y, así, puede ser puesto de lado o entre paréntesis en los análisis. Por otro, porque sus consideraciones son en términos de metáfora religiosa o de grupos y prácticas pseudorreligiosos. Las prácticas llevadas a cabo por los fans, empero, si no niegan la especificidad diferencial de lo “sagrado” (aún cuando no necesariamente lo
denominen de este modo) nos muestran que lo que la bibliografía sobre fanismo diferencia, separa y clasifica como “sagrado” y “profano” (separación necesaria para que el recurso a la metáfora tenga sentido) coexiste y se combina de modos bastante flexibles.25 Se vuelve necesario entonces un abordaje que no substituya un
dualismo por otro (Velho 1997) y que, como plantea Velho (2005), consiga aprehender dicha especificidad diferencial no como discontinuidad, ruptura u oposición sino en las pequeñas diferencias en un mundo continuo (cf. Martín 2006).


Las prácticas de sacralización, entonces, no vienen a designar una institución, una esfera o un sistema de símbolos, sino heterogeneidades reconocibles en un proceso social continuo en un mundo significativo, y por
ello, no “extraordinario” ni radicalmente otro. Texturas diferenciales, heterogeneidades reconocibles que se activan en momentos específicos y/ o en espacios determinados y que, lejos de existir de forma abstracta o con un contenido universal, son reconocidas y actuadas por los nativos en diferentes situaciones:
en las discontinuidades geográficas, en las marcas diferenciales del calendario, en las interacciones cotidianas, en gestos ordinarios y en performances rituales.


Las prácticas de sacralización de los fans de Gilda pasan por “estar con ella”, en el cementerio, en el santuario, pero también por hacerla presente en sus hogares; por “ayudar a la gente”, como en el caso del comedor infantil; por “mantener viva su memoria”, aún cuando la definición de esa memoria escape por completo de su control pues, sin los clubes de fans, ellos mismos admiten, Gilda se muere, esta vez, definitivamente. Son estas, entre otras, las prácticas de sacralización que inscriben a Gilda en una textura diferencial del mundohabitado, las que la vuelven y la consolidan como un ser excepcional.

Creado por Tina María

Fan Page Uruguay
Pagina de la reina de la bailanta 2017

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